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INTERVENCIONES Nos conocimos, ya dije, en un taller literario
 

Presentación Maria Tena: "Tenemos que vernos"

Pero si uno mira en el pasado entonces advierte una serie de episodios significativos. La vida de pronto, tiene un argumento, y se parece mucho a una novela: el tiempo gris ha desaparecido, o hace las veces de un hilo que uniese las perlas de nuestras mejores o más intensas experiencias. Así que la memoria selecciona y poetiza el pasado y convierte nuestra vida en un obra de arte. Cuando recordamos, la memoria nos está ofreciendo una lección magistral y práctica de teoría literaria, de manejo del tiempo imaginario.

“Entre Líneas. El cuento o la vida” Luis Landero

Podía haber nacido en otra familia. Incluso naciendo en la que nací con madre escritora y padre lector, podría haber seguido escribiendo interminables diarios que contasen mis penas. Quién no tiene penas de amor que contar todos los días. Hay días que no te quiere ni el gato, ni el guardia de la porra, ni tu propio ordenador.

Podía no haberme quedado coja, pero eso era improbable toda una vida de carreras, parecía conducirme a la caída, eso también fue lógico.

Desde pequeña me gusta mandar, hablar en público, las cosas de la calle. Si alguna vez hubiera creído suficientemente en algún partido o en algún prócer de la patria, podría haberme dedicado a la política, porque siempre he pensado que serán las decisiones políticas las que salvarán al mundo o lo llevarán al desastre como estamos viendo en estos días. No tuve suficiente fe o suficiente salud. Y por otra parte siempre admiré a los escritores, la literatura fue lo único que me produjo admiración.

Podía haber sido una esposa ideal, estuve a punto, una mujer tranquila y satisfecha, una gran mujer. Eso forma parte de la ficción. Que todo pudo haber sido de otra manera.
Pero no, a veces en la vida las cosas encajan y como en una buena novela hay fragmentos que de pronto empiezan a ser coherentes. Si mis padres me criaron entre libros, si mi madre escribía versos, si siempre admiré a los escritores amigos de mi padre, Onetti, Bryce, Luis Rosales, Félix Grande, tantos... ahora que lo pienso tenía un sentido. Igual que mi mala salud, que mis amores difíciles, casi todo lo que hice y no hice, lo que elegí y lo que fui dejando detrás.

 Incluso aquella tarde en que llegué al taller de Luis Landero que marca el principio de un encuentro que llega hasta hoy y que me hizo creer que yo también podía... que había que intentarlo... que cada uno tiene su voz y que todo es cuestión de encontrarla y ponerla al servicio de una historia. También tuvo sentido aquel final de verano, cuando apareció la amiga escritora  que me  regaló la historia para que yo la escribiera. Y luego ese jurado que leyó la novela, porque señores, aunque parezca mentira, hay jurados que leen las novelas de autores desconocidos, que creyó en la novela, ese editor. Y tienen fuerza, sentido esos hijos que están siempre detrás de todo lo que hago y mis amigos, tantos y tan buenos, la mayoría están aquí conmigo en este momento tan importante, algunos los nombro al final de la novela, que son un motorcillo que tienen una fe en mi que yo no tengo.
Dicen que en la novela hay mucho de mi misma. Cómo no.

Busqué los recuerdos allí. En la infancia. Los primeros muy lejos en Dublín al volver del colegio, unos zapatos que me quedaban pequeños. Volver a casa a las tres de la tarde y que ya era de noche. El estanque del jardín, los peces colorados, la tapia de atrás y cómo me costaba treparla para robar manzanas en el jardín de los vecinos, el sabor de esas manzanas es todavía agrio y su color como una bandera verde y roja.

Busco a mis padres y aparecen de maneras diferentes, en diversas posturas, con distintos vestidos, contentos, enfadados, tristes, alegres. Sus caras se mueven como si estuvieran aquí, junto a nosotros. En este acto que les habría gustado tanto.

Y más tarde la boda. La iglesia que todavía existe, mi pelo muy corto, mi cara de niña y él queriendo irse enseguida de la fiesta.

Pero si escarbo más en el pasado, si vuelvo a los primeros besos, al nacimiento de mis hijos, al amor, a los amores de mi vida, me doy cuenta de que no. De que los recuerdos no hay que buscarlos tan lejos. Que todo lo que recuerdo, esos zapatos apretados, los viajes con todos los hermanos en aquel coche grande, mis padres, mis amigos, hasta aquel amor, hasta mis hijos de pequeños, están aquí conmigo, no en un país lejano.
 Mi memoria está aquí.

Porque la memoria no es un río transparente en el que  basta con mirar al fondo para encontrar intactos los recuerdos. El brillo de aquellos zapatitos marrones limpiados por Felisa. No, si me paro en la orilla, apenas puedo ver el fondo. Quizás sea mejor imaginarlo a través de los cascotes, los desperdicios, las piedras y las ramas que el agua ha transportado.

Y si me pongo a escribir de mis recuerdos eso es mi literatura. La mezcla de mucha basura, un fango, un mantillo, que alimenta ahora  las raíces de mi vida y de lo que escribo.

Los escritores nos dan trozos de su vida. No sólo de su vida real sino de su vida imaginada, de lo que pudieron, de lo que quisieron, de lo que soñaron ser y al hacerlo ellos también viven esa doble vida. A través de la lectura, de la escritura uno vuelve a encontrarse a sí mismo. Seguramente cada escritor escribe por una razón diferente, en mi caso no escribo para vivir mejor, escribo para sobrevivir. Escribir es la mejor arma para recuperar lo que la vida nos va quitando. Escribir es la mejor venganza, escribir en legítima defensa, dice Caballero Bonald, contra los infortunios de la vida. La escritura es esperanza, ventana abierta, pasión. Igual que la lectura. Porque escribir es en mi caso consecuencia de leer, de leer a los grandes escritores. Cuántos libros me han salvado de miedos, de soledades, de esperas. La lectura es un viaje sin atascos, sin accidentes, sin tropiezos.

De esta historia me atrajo cuando me la contaron que nunca la había leído.

Decía Flaubert que un buen tema para una novela es aquel que se presenta de una sola pieza, de una sola vez. Una idea madre de la que se desprenden todas las demás. Decía también que uno no escoge su tema. Esto es algo que ni el público ni el crítico comprenden. El secreto de las obras maestras es la correspondencia entre el tema y el temperamento del autor. Esta historia debió conectar con muchas cosas de mi temperamento. Porque lo que fue una frase se convirtió en una historia con escenas. En una historia redonda con principio y final. Decía Forster que una buena novela debe de ser sobre todo una historia, que el lector durante todo el texto se esté preguntando ¿qué pasa después? Quería que el lector fuera mi cómplice sin necesidad de hacer un texto fácil ni burdo. Creo que con esta historia lo he conseguido. Todos los que la han leído dicen que fluye, que es entretenida.
Trata de una mujer que entra en ese período en que los hijos ya no la necesitan tanto, que es buena en su profesión, que tiene amigas con las que le gusta hablar, que se  casó en su día por amor... Una mujer que quiere y que cree controlar todo lo que se le escapa: los hijos, su marido, la profesión, la posibilidad de la pasión y que se engaña. Son temas que me eran familiares. A las mujeres de mi edad nos han educado para ser las mejores en todo, las mejores madres, las primeras en nuestra profesión, cocinar como ángeles y triunfar en la cama. Y algunas nos lo hemos creído durante años. La madurez es saber que es imposible abarcarlo todo. Una historia ajena que yo podía rellenar con mis ideas y mis sentimientos.

Me ha gustado reflejar ese mundo secreto de las conversaciones entre mujeres que los hombres apenas conocen. Y cómo cuando uno comparte un secreto se pone en manos del otro, a merced del otro. El secreto es un elemento sustancial de la vida humana es el secreto, que los secretos constituyen una parte patrimonial de lo que uno es. El título alude a eso, no sólo es lo que se dicen las amigas al final de las conversaciones, la novela habla de lo poco que sabemos de las personas con las que convivimos, del misterio que esconde cada persona.

Me gustaría hablar también del trabajo que me ha dado. 160 páginas en dos años. Me gustaría que se viera como esas piedras que uno encuentra en la playa, al borde de la orilla y que al verlas, da es ganas de tocarlas, de llevárselas a casa porque, aunque son muy humildes, tienen todo el trabajo del mar en su superficie lisa, pulida, redonda.

Como funcionaria que soy tiendo a la concisión, no me gusta  dar la lata al lector con muchas florituras, prefiero decir lo necesario y nada más que lo necesario. En Kafka fue su mejor virtud  a mí me queda mucho camino por recorrer para llegar hasta eso. Mi prosa tiene la pretensión de ser muy clara. Antonio Machado decía: Si tu pensamiento no es normalmente oscuro ¿por qué lo enturbias? Cuando se ponga de moda hablar claro lo verdaderamente hazañoso será hacerse comprender de todo el mundo. Yo he pretendido eso: hacerme comprender de todo el mundo sin renunciar a escribir de lo esencial humano, a eso que es eterno en el hombre: la necesidad del amor, de la amistad, de comprender nuestra propia vida.

Muchas gracias.

María Tena
31 de marzo de 2003
Círculo de Bellas Artes

 

Maria Tena
 
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